lunes, 6 de julio de 2015

Oraciones vespertinas


Murmuraba en su interior tristes oraciones,
Contemplaba un esplendoroso ocaso sin amor,
Brisas y olas compartían su dolor.
Tuvo un día de incesantes caricias,
Acariciaban su rostro pálido las brisas,
excitaron la vida a sumergirse a las profundidades.

En esa tarde de soliloquio,
escuchó las olas diciéndole:
Quédate conmigo, la noche me cubre espantosamente;
Préstale oídos a gritos desesperados de auxilio. 

En un instante se negó acompañarlo,
aunque su corazón exigía compañía.

La mente es fábrica ideas, 
los labios desnudos en palabras,
un instante de vacilación hirió la esperanza, 
un eterno silencio inundó el alma.

Sigilosamente la  noche seguía avanzando
la luna no mostraba señales de vida,
el alma herido y agotado,
la muerte le ofrece una alegórica bienvenida.

Es imperceptible el final del camino, 
y para el descanso una copa de vino;
al amanecer avanzarán juntos, 
hacia el fatal destino de los vivos.

“Escuché los gemidos aterradores del corazón,
Las inmensas olas se enmudecieron;
¡Qué melancólico ver tanta calma!
Extrañaba mis noches de cama”.

“Hallé paz en este fiel amigo,
quiero que cuando llegue al final de mi camino,
que el mar sea mi tumba,
y este cuerpo se transubstancie en arena”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario